lunes, abril 27

Despierta, por favor!

Hola gente!!! Buen comienzo de semana!!! No se dejen caer ni vencer los ánimos porque las cosas no salen como han esperado. Sigan adelante, dicen que la persona que alcanza el éxito es la que camina una milla mas… da un paso mas, un paso mas de fe decía un coro cristiano viejo, sea como fuere no te quedes quieto seguí caminado, que aunque la noche aparezca es que se esta preparando un nuevo amanecer (también dice una canción de alex campos).

No nos demos por vencidos aun vencidos porque siempre hay un mañana mientras hay vida, siempre hay una nueva posibilidad mientras haya esperanzas… siempre hay algo mas… estate atento que la oportunidad llegara y si la vez pasar y la atrapas disfrutaras la victoria!!!

Y si crees que paso el tiempo, despierta! Levántate del letargo! Arréglate y estate presentable y atento que la vida da segundas oportunidades y Dios es un Dios de oportunidades!!! Dale para adelante tengas la edad que tengas, tengas los problemas que tengas… nunca es tarde para ser feliz ni para conquistar los sueños del corazón!!!

Mis carinios

Claudia

Despierta, por favor!

¿Hasta cuándo deseas continuar con este sueño en el cual te crees todo cuanto te han dicho? Ese mal sueño donde todo parece ser culpa del sistema, del no se puede, de la actual crisis y, por ende, nos impide avanzar.

Sí se puede… ¡Despierta, por favor! Deja de culpar al sistema, a tus padres, a tus jefes; deja de continuar poniendo los ojos en las tragedias que, como tú, yo también quisiera dejaran de existir. Aun así, a partir de haber más seres despiertos, podremos ayudarnos de mil maneras. Deja de culpar a tu suerte, por favor, despierta. Es cierto, hay pobreza extrema, pero seguro estoy de que si ahora te encuentras leyendo estas líneas en una computadora, no perteneces a ese grupo y entonces puedes hacer mucho para mejorar tu vida y la de quienes te rodean. Existen muchas opciones, despierta. El peor enemigo de tu crecimiento está en tu mente desde ese momento en el cual aprendiste que todo es difícil, que la vida pesa, que todo es caro, que no se puede y así, otras muchas situaciones que se han convertido en creencias limitantes.

Abandona tu área de confort, llámese comodidad o miedos, vale la pena. Deja de sólo llorar y elimina esas lágrimas a fin poder ver con mayor claridad las oportunidades que pasan a tu lado, ésas que no aprovechas porque estás demasiado ocupado en el no hay y en lo el no se puede.
Despierta, por favor, busca opciones, observa el entorno, observa a quienes han estado en una circunstancia similar a la tuya, cualquiera que ésta sea, y pon atención en todo cuanto han hecho para salir de ella.

¿Hasta cuándo deseas vivir como ese fuerte elefante que se mantenía estático, triste y moribundo debido a encontrarse atado a una pequeña estaca en la tierra? A ese elefante cuya atadura le impedía avanzar porque no se percataba de que él mismo podía quitársela en menos de un suspiro, valiéndose del menor impulso.

¡Despierta, por favor!, y salte de ese "mitote colectivo". Ése que sólo envenena a la sociedad y que, dejándonos dormidos, nos mantiene perdidos en un infierno de quejas y lamentaciones.

Escucha más, observa más, aprende más y, por favor, comparte estas líneas con todos los que puedas. Si sólo el diez por ciento de quienes habitamos este gran país abandonásemos ese adormecimiento para buscar nuestra grandeza, tendríamos mejores familias, una mejor sociedad y, por lo tanto, un mucho mejor país. Es posible, lo sé, pues a diario encuentro gente que poco a poco va despertando; sin embargo, hacemos falta muchos más. Si bien es inevitable dejar de movernos, sí podemos elegir hacia dónde ir sin que sólo sean las circunstancias las que nos lleven. Vivimos en un país rico en recursos de muchas índoles, pero es necesario despertar para, de esa manera, enriquecer lo más valioso: nuestros procesos de pensamiento, seguidos de nuestras acciones, y de esa forma lograr mejores resultados en todas las áreas de nuestra vida.

Si has dormido demasiado, si tu sueño y adormecimiento, aunque cómodo, te pesa y te cansa, entonces… ¡Despierta, por favor!
Guido Rosas. Escritor, consultor y conferencista.


Isaías 52
Despierta, despierta, vístete de poder, oh Sion; vístete tu ropa hermosa, oh Jerusalén, ciudad santa; porque nunca más vendrá a ti incircunciso ni inmundo. Sacúdete del polvo; levántate y siéntate, Jerusalén; suelta las ataduras de tu cuello, cautiva hija de Sion. Porque así dice Jehová: De balde fuisteis vendidos; por tanto, sin dinero seréis rescatados.

Isaías 60
Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.

Salmos 57:8
Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; Me levantaré de mañana.

Efesios 5:14
Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo.

Génesis 13:17
Levántate, recorre la tierra a lo largo y a lo ancho de ella, porque a ti te la daré.

lunes, abril 20

El Amor al Dinero

Hola gente!!! Estuve ausente un par de semanas... gracias por los mails recibidos preguntado u ocupándose de saber sobre mi.

Les dejo este articulo que me gusta como encara el tema del amor al dinero, no dice que el dinero sea malo, al contrario, sino cuando tenemos ese amor desenfrenado a poseer cosas materiales por solo poseerlas dejando de lado el amor a los amigos, hijos, familia, dejando de lado el interés de las personas que nos rodean para solo pensar en que mas podemos tener en nuestro ropero o en nuestro haber...

Les envío mis mas sinceros cariños, que tengan una muy buena semana!!!

Claudia


El Amor al Dinero


Los hombres sensatos pero pegados al suelo, acaban cometiendo el tremendo error de pensar que dedicarse a ganar dinero es lo único serio que se puede hacer en la vida.


UNA AVARICIA PECULIAR
Poseer puede llegar a ser una pasión avasalladora. Es una de las inclinaciones que más enloquecen. Se refuerza con el deseo de seguridad, de poder y de presumir, que proporciona el tener mucho.
La tendencia desordenada a poseer suele manifestarse en el amor al dinero. El dinero no es propiamente un bien, sino un medio convencional de cambio que permite obtener bienes reales. Por eso, el dinero da lugar a una forma de avaricia peculiar, que no se centra en bienes, sino en el medio que parece proporcionarlos todos. En este sentido, en el amor al dinero se manifiesta en su esencia más pura la avaricia: el deseo de poseer, sin contenido real, sin bienes concretos que se amen: es como amar el poseer en abstracto.
Parece obvio que el dinero es importante y que hay que esforzarse por conseguirlo; en nuestra sociedad, sin dinero no se puede vivir. Esto es verdad, evidentemente, pero hay que tener cui­dado con las generalizaciones. Admitamos que no se puede vivir sin dinero, por lo menos en una sociedad civilizada. Pero a con­tinuación hay que preguntarse cuánto dinero es necesario para vivir y, también qué otras cosas, además de ganar dinero, importan en esta vida. Sería un círculo vicioso vivir para ganar dinero y ganar dinero solo para vivir.
El dinero, desde luego, no es lo primero. Sería absurdo dedicarle la vida, sabiendo que la vida misma es un bien limitado. El dinero es un instrumento. Hay que saber para qué se quiere; hay que saber cuánto se necesita; hay que saber lo que cuesta. Con esos datos podemos poner límites a la avaricia y dejar espacio y energías libres para dedicarse a los demás bienes importantes de esta vida: la cultura, la religión, las relaciones humanas, la amistad, etc.


UNA SENSATEZ INSENSATA
Muchos hombres que pueden considerarse verdaderamente sensatos y maduros porque son capaces de tomar decisiones ponderadas, de trabajar responsable y eficazmente, de organizar la vida de los demás, acaban cayendo, sin apenas darse cuenta, en esta tremenda insensatez: viven como si realmente el dinero fuera lo único importante y suponen loca y excéntrica cualquier otra visión de la vida. Es curioso, pero a medida que maduran, toma fuerza en su espíritu esa convicción. Es como si las demás cosas de la vida, de las que se esperaba mucho en otros momentos (la amistad, el amor, los viajes, las aficiones, etc.) se fueran difuminando con el tiempo y sólo el dinero se presentara como un valor sólido e inquebrantable.
Es una sensatez insensata: olvidan un dato fundamental que se ha repetido incansablemente a lo largo de la historia: los hombres nos morimos y el dinero no lo podemos llevar a la tumba; ni comprar con él nada que allí nos sirva. San Agustín nos lo recuerda: «Ni a nosotros ni a nuestros hijos nos hacen felices las riquezas terrenas, pues o las perdemos durante la vida, o después de morir, las poseerá quien no sabemos, o quizá acaben en manos de quien no queremos. Sólo Dios nos hace felices, porque Él es la verdadera riqueza del alma» (De Civitate Dei, V, 18, 1).
Con dinero se pueden adquirir muchos bienes materiales, se pueden pagar muchos servicios; da garantías y seguridad de cara al futuro; prestigio, poder y consideración social. Son muchos los bienes que proporciona; pero no todos y ni siquiera los más importantes. El dinero –como es evidente– sólo proporciona los bienes que se pueden comprar: cosas y servicios. El dinero no proporciona la paz del alma, ni el saber disfrutar de la belleza, ni la fuerza de la amistad, ni el calor del amor, ni las pequeñas delicias de una vida familiar, ni el saber saborear las circunstancias sencillas y bonitas de cada día, ni el encuentro con Dios. No proporciona inteligencia ni conocimientos. No proporciona ni honradez, ni paz; no hace al hombre virtuoso, ni buen padre de familia, ni buen gobernante, ni buen cristiano.


LA ESCALA DE LOS AMORES
No es que haya que contraponer el dinero a los bienes más importantes; no es que el dinero sea lo contrario; simplemente, son cosas distintas y no se mezclan como no se mezclan el aceite y el agua. Se puede tener amor, amistad, honestidad y cualquier otro bien con o sin dinero: no es ni más fácil ni más difícil. En principio, no influye; salvo en casos extremos: salvo que no haya nada o que haya demasiado.
Sin un mínimo de bienes materiales no suelen ser posibles los espirituales. Es muy difícil pensar en otros bienes cuando no se tiene qué comer o no se puede dar de comer a los que dependen de uno; cuando no están garantizados los mínimos de supervivencia. Sin una base material, es prácticamente imposible llevar una vida humana digna, educar a los más jóvenes y controlar mínimamente el propio estilo de vida. La miseria material suele ir acompañada, generalmente, de otras miserias humanas: suciedad, desarraigo, marginación, irresponsabilidad, degeneración de las estructuras personales, familiares y socíales, corrupción, etcétera.
Influye también el exceso, no el exceso de dinero –la cantidad aquí no es un criterio moral– sino el exceso de afición. Cuando la afición al dinero acapara, sustituye e impide el amor que el hombre tendría que poner en Dios o en los demás; cuando absorbe las aspiraciones y las capacidades sin dejar respiro para otras cosas; cuando se convierte en el centro de la propia existencia. Lo malo no es el dinero, sino el desorden con que se ama.
El amor al dinero tiene que ocupar su sitio en la escala de los amores. Como no es el bien más importante no puede ocupar el primer lugar. Es un desorden dedicar tanto tiempo a ganar dinero que no quede tiempo para los demás bienes: que no quede tiempo para la amistad, la familia, el descanso, la relación con Dios o la cultura.
Es un desorden poner al dinero por encima de otros bienes más altos (que lo son casi todos). Y esto puede suceder sin apenas advertido, porque la lógica del dinero va acompañada frecuentemente de esa sensatez equivocada y loca, que hace que parezca razonable lo que, en realidad, es un gran error. Es un desorden, por ejemplo, trabajar mucho para proporcionar bienes a los hijos, sin pensar que la compañía del padre o de la madre es uno de los bienes que más necesitan.
Otro ejemplo cotidiano: muchas, muchísimas familias han quedado destrozadas por el simple hecho de tener que repartir una herencia. Padres, hijos, hermanos, matrimonios llegan a separarse y odiarse porque se han peleado por unas acciones, por unas tierras, por una casa... hasta por un mueble. Y esto sucede todos los días y ha sucedido desde la noche de los tiempos. ¿ Cuánto vale el amor de un hermano, de un hijo, de un marido...? ¿No vale más que un pedazo de materia? ¿No hubiera sido mejor ceder?


LA “TONTERÍA” HUMANA
Tener mucho dinero no es ni bueno ni malo moralmente hablando; tiene ventajas e inconvenientes. Los inconvenientes son claros: más capacidad para adquirir bienes es también más capacidad para despistarse, para entretenerse, para perder de vista lo fundamental porque absorbe demasiado lo accesorio.
Es también más fácil corromperse: porque la corrupción está más a mano y se ofrece muchas veces por dinero. Es fácil caer en la tontería humana: dejarse llevar por la vanidad, sentir el placer de provocar en los demás la envidia, haciendo ostentación de lo que se posee; es fácil dejarse llevar por el capricho; es fácil concederse todos los gustos y no ponerse el freno que otros se ponen por necesidad, en el comer, en el beber... Si hay mucho amor al dinero, es fácil dejarse comprar, ser sobornados, corrompidos; dejarse llevar por el espíritu de lujo y el capricho de gastar, caer en la frivolidad, etc.
Son inconvenientes claros. No es fácil ser honesto y rico. Cristo lo advirtió con toda claridad cuando dijo que es más difícil que se salve un rico, que pase un camello por el ojo de una aguja. Dicho así, podría parecer que es sencillamente imposible (desde luego no parece posible que pase un camello por el ojo de una aguja, por más que se han querido buscar interpretaciones fáciles de este duro texto). El Señor lo afirma a continuación: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible». Lo que permite concluir, de momento, que para ser rico y buen cristiano, hay que pedir mucha ayuda a Dios.
Los inconvenientes de ser rico están hoy muy extendidos. En las sociedades industrializadas, se han introducido modos de vida que antes estaban reservados a unos pocos privilegiados. La vanidad, el capricho, el lujo, la frivolidad y la corrupción están al alcance de casi todas las fortunas.
Para muchos existe el peligro efectivo de dedicar su vida entera a poseer los bienes menos importantes; corren el grave riesgo de que su inteligencia esté permanentemente ocupada en planear lo que podrían tener y que, en su corazón, no quede espacio ni tiempo para otras cosas que las que se pueden ver y tocar. Es decir, corren el grave riesgo de que no les quede ni tiempo ni fuerzas para lo más importante.


PROCURAR LOS MEJORES BIENES
Ser rico tiene también ventajas. Esto es evidente si nos fijamos en los bienes elementales: tener dinero permite cubrir sin apuros las necesidades primarias. Pero esta es la menos importante de todas las ventajas. Las más importantes se refieren al uso de la libertad. Estas son las ventajas importantes desde un punto de vista moral.–
Ser rico significa tener muchos medios y por lo tanto mucha libertad para obrar bien. Es un talento y, por tanto, una responsabilidad. Sólo los que tienen muchos medios pueden emprender grandes obras. El valor moral de la riqueza –y de quien la tiene– depende del fin al que la destina, porque el dinero sólo es un medio. La clave de la riqueza es el servicio que presta.
Precisamente por el atractivo que el dinero tiene y por los inconvenientes que puede llevar consigo poseer mucho, se requiere una actitud personal con respecto a él. Hay que tener un estilo de vida frente al dinero, para emplearlo bien y para no ser engañados por él. La moral invita a ponerlo en el adecuado orden de amores. No amarlo por sí mismo, sino como un instrumento; no buscarlo en detrimento de otros bienes que son mejores; y utilizarlo para procurarse y procurar a otros esos bienes mejores.

Juan Luis Lorda
Profesor de Antropología cristiana, Universidad de Navarra

1 Timoteo 6:9-10(La Biblia de las Américas)

Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición.

Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores.