Perdonar es el valor de los valientes. Solamente aquel que es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar. - Mahatma Gandhi
Perdonar es una de las acciones más sublimes del ser humano, es una sensación sanadora, que remueve asperezas y limpia las heridas.
Es también una de las mejores herramientas gratuitas del hombre para poder amar sin medida y obtener recompensas de paz interior.
Es fácil perdonar e inclusive es fácil pedir perdón en determinadas circunstancias, pero “chocamos contra la pared” cuando se nos pide una sencilla y al mismo tiempo profunda tarea: Perdonarnos a nosotros mismos.
Hace mucho tiempo conocí a una señora amante de la buena vida, con grandes lujos y cuentas bancarias por todo el mundo, pero con el lastre de una actitud prepotente. Nada más le faltaba pedirme que le pusiera una alfombra roja para entrar a mi oficina.
Me platicaba de grandes problemas en sus relaciones interpersonales, “echándole la bolita” a todos los que “la hacían sufrir”. Realmente su cara era de angustia cuando me comentaba que no podía ni siquiera mantener a sus empleados por tan sólo un mes, porque no la aguantaban.
Le aquejaban grandes tormentos que le hacían gritar, alterarse, contestar a veces hasta de forma grosera. En fin, era un buffet de problemas, que en su mayoría, bajo su opinión, eran causados por los demás porque no entendían que “así era ella y no iba a cambiar”.
Mientras la conversación avanzaba, como en cada sesión de Coaching, los sentimientos empezaban a moverse y, cosas que antes parecían estar muy escondidas, de pronto empezaron a aflorar.
De repente, comenzó a llorar de una forma increíble. Realmente, me estaba dando cuenta de que esas lágrimas no surgieron por la música o el incienso de la oficina, sino porque realmente se encontraba en contacto con su “Niño interior” y recordaba aquel problema familiar que algún día le hiciera tanto daño.
“David, es que yo ya no tengo nada. Yo ya perdoné a quien tenía que perdonar, ya eso quedó en el pasado”, me lo decía con la voz entrecortada.
La pregunta no es a quién perdonaste, sino: ¿Te perdonaste tú?, ¿A ti misma? ¿Realmente has capitalizado esa experiencia como un proceso de aprendizaje?
El silencio fue el mejor de los discursos en esos momentos y ahí fue cuando realmente dio inicio un cambio interior fuerte y duradero.
A veces, creemos que los demás son culpables de hacernos sentir mal o bien, ¡cómo sufren todos aquellos que tienen ese pensamiento! En nuestra forma de ver con “Vivir con VIDA”, estamos conscientes de que el ser humano es independiente con una libertad exquisita de decidir ser feliz o no serlo, sentirse mal o bien.
Aunque tal vez, tú lector, me puedas decir “estás loco, es imposible”, créemelo que es más posible de lo que parece. Inclusive eso es lo que hace la diferencia de aquel empleado de la oficina que a pesar de la crisis, problemas económicos y un divorcio llega con una sonrisa de oreja a oreja e, inclusive, interiormente se siente en paz, contra aquel empleado que desde que llega es un buzón de quejas de cómo lo trata el mundo.
Tal vez éste último no ha llegado a descubrir que no cambian ni desaparecen los problemas, sino que lo que se debe transformar es nuestra visión, nuestros pensamientos y nuestra estabilidad.
Pero sobre todo nuestra vida empieza a cambiar drásticamente cuando nos atrevemos a perdonarnos todas aquellas malas acciones, todo aquello que dejamos de hacer, todas aquellas palabras hirientes o actitudes negativas que nos hicieron cargar una roca pesada en nuestra espalda por mucho tiempo.
Perdonarnos no depende del otro, sino de nuestro interior. No depende del pasado, sino del “Aquí y ahora”, depende única y exclusivamente de nuestra decisión al darnos cuenta de que somos débiles, de carne y hueso, con cualidades pero también con defectos, que podemos llegar a caer e inclusive hacer algo que en el fondo no queríamos.
Créetela, “lo que pasó, pasó”. No podemos seguir dándole vueltas al círculo del “por qué a mí, por qué yo, por qué en ese momento, por qué así, por qué nadie hizo nada, por qué…”
Iniciemos el día de hoy con una actitud diferente y transformadora, regalándonos unos minutos para poder PERDONARNOS, haya sido lo que haya sido, es válido haber tenido un error pero es mucho más válido aceptarlo y sacar lo bueno de ello.
No olvides que eres un ser lleno de luz, de poder, de vida. Tómate de la mano de Dios y descubre que perdonar es una actitud de valientes y que perdonarte a ti mismo por lo que haya pasado, no sólo te hace crecer, sino te libera de culpas que tal vez llevaban más de 20 años atormentándote.
Ve al fondo de tu corazón y recuerda que siempre es un buen día para empezar de nuevo, conquistando nuevos mundos con un pensamiento diferente y sobre todo, con la tranquilidad de haberte regalado la maravilla del perdón.
David Montalvo TreviñoEscritor y conferencista, es "Life Coach" especializado en calidad de vida y practicante en Programación Neurolinguística, certificado en "Coaching" por el Instituto de PNL de Monterrey
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