miércoles, julio 18
Protejete del desanimo
En tiempos como los que estamos viviendo, donde las dificultades económicas, la excesiva violencia y los afanes cotidianos se nos aparecen por todas partes, es común y muy probable que nos veamos atacados por el desánimo. Hay tres alternativas que se pueden aplicar para protegerse de este terrible mal: 1. Ubique las circunstancias en la dimensión correcta Entre más importancia le demos a un problema, más grande lo hacemos. No sobre valore cualquier circunstancia negativa; considere todas las opciones que tiene para solucionarla. Recuerde que lo más importante de la vida es la vida misma; disfrutar de los seres queridos, independientemente del estado de salud o de la situación económica. Despeje un momento la mente del problema y hágase esta pregunta: ´¿Vale la pena que pierda mi paz interior por esta situación?´ Recuerde que quien ve todos los obstáculos ha dejado de mirar su meta. 2. No obedezca a sus emociones Me siento triste, me siento decepcionado, me siento cansado de la vida. Estas frases son síntomas del desánimo; pero ponga atención en la palabra en cursiva; no se base en sus emociones; lo que sentimos es real y nos afecta mucho, pero usted y yo somos más que emociones, tenemos una mente que nos permite razonar y nos da el privilegio de poder hacer lo que nos conviene y lo que deseamos, a pesar de lo que sentimos. Si gobernamos nuestras emociones y no actuamos conforme a cómo nos sentimos, sino basados en lo que anhelamos y nos hemos puesto como meta, el desánimo será pasajero. Si lo que siente lo invita al encierro, a la tristeza y a rendirse, no haga caso de sus sentimientos, obedezca a su razón haciendo uso de la voluntad y del apoyo de sus amigos y familiares. 3. Involucre a Dios Atrévase a hablar con Dios al respecto.Si él es capaz de crear el universo con su palabra, ¿no podrá ayudarnos en nuestro estado de ánimo?; si dio vida a los seres vivientes ¿no podrá vivificar nuestra voluntad o llenarnos de entusiasmo? Involucre a Dios en su vida diaria. Hágalo parte de su negocio y tendrá el mejor socio; permítale participar en sus decisiones y tendrá al mejor consejero; coméntele sus sueños y deseos y encontrará en él al mejor motivador. Ninguna desilusión es mayor que la capacidad de Dios; pídale abierta y francamente su consuelo y ayuda; a fin de cuentas, si Dios está con nosotros ¿quién podrá estar contra nosotros? Rafael Ayala, Sanando las heridas del alma.
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