- Oye papá, ¿cómo fue posible que los sueños de Julio Verne ahora sean una realidad? No entiendo cómo ese señor hace más de 100 años pudo imaginar lo que ahora ya existe, y así como él, ¿cuántos han tenido fantasías que ahora ya son realidades? - Hijo, a todos nos sorprende la capacidad creativa del ser humano, de hecho nos confirma nuestro destino infinito. Si simuláramos que tú y yo hubiéramos nacido en el siglo pasado y alguien nos platicara de cómo íbamos a vivir a finales del siglo XX, difícilmente le podríamos creer. El proceso es insistir en el cómo realizar nuestros sueños; cuando a Newton le cuestionaron cómo logró concebir su obra del sistema mecánico del universo contestó: «Nocte dieque incubando», «pensando en ello día y noche». ¿Cómo? se preguntó, durante 5 mil intentos Thomas Alva Edison para lograr finalmente encender una bombilla. ¿Cómo?, fue el cuestionamiento de Louis Pasteur para lograr hacer posible lo que parecía imposible, vencer la rabia. Los hermanos Wright tenían la certeza de que lograrían volar, lo que no sabían era el cómo y tanto insistieron que lo lograron. Miguel Hidalgo, artífice de la independencia de México, sabía que no existía otro camino para su nación que la libertad y su reto consistió en encontrar el cómo. Winston Churchill tuvo siempre la ambición de llegar a ser el primer ministro del imperio británico y su desafío fue encontrar el camino, el cómo lograr su sueño. El sueño de John F. Kennedy era ganar la carrera espacial a los soviéticos colocando a un norteamericano en la luna antes que nadie; su única limitación fue resolver el cómo lograrlo. Cristóbal Colón no tenía duda alguna de encontrar una nueva ruta hacia las Indias; cuando resolvió el cómo encontró un nuevo continente. La escuela socrática griega nos heredó el arte de preguntar para encontrar la respuesta; ahora estamos seguros de que cualquier sueño se puede convertir en realidad si somos capaces de encontrar el cómo hacerlo. Por supuesto que el asesino de todos los sueños es el miedo a fracasar; por eso, la fe es el ingrediente nuclear para alcanzar cualquier tipo de realización. Sin ella no existe la fortaleza para insistir, cuando se posee esta seguridad, el cómo tarde o temprano surgirá. Los problemas empiezan cuando dejamos de mirar el objetivo; cuando nos sentimos abrumados ante los obstáculos es porque perdimos el blanco, nuestra atención se dispersa, mientras no nos mantenemos concentrados en el centro. En el fin último de nuestro proyecto contemplamos las adversidades solamente como retos a vencer, los resultados adversos se asimilan como valiosas experiencias que nos acercan cada vez más al objetivo. En primer lugar, nos debemos plantear a nosotros mismos qué deseamos lograr, lo cual debe abarcar todos los aspectos de nuestra vida.
¿Quién deseo ser como persona?
¿Qué potencialidades poseo y debo desarrollar?
¿Qué limitaciones debo superar?
¿En mi trabajo, cuál es mi objetivo?
¿A dónde quiero llegar?
¿Qué quiero aportar?
¿Qué familia deseo integrar?
¿Qué hijos me gustaría formar?
¿Qué calidad de padre deseo ser?
¿Socialmente, qué quiero aportar?
¿A qué causa quiero servir?
¿Qué matrimonio deseo realizar?
¿Qué calidad de pareja deseo tener?
¿Qué felicidad quiero construir? A estas interrogantes y a muchas más según la cantidad de nuestros proyectos, a lo largo de la vida, podemos encontrar respuesta si primero encontramos el centro, el objetivo del porqué, si creemos que lo lograremos, ¡sorpresa, lo lograremos! solamente nos resta resolver el cómo, si tenemos la fortaleza necesaria para insistir sin tregua ni final, lo encontraremos. Encontrar el cómo ha sido el gran detonador, todo lo que el ser humano puede imaginar lo puede realizar. Dios nos concedió el talento para lograrlo y a nosotros es a quienes corresponde el esfuerzo para convertir en realidad nuestros sueños. Por eso, hijo mío, señálate un objetivo por increíble que parezca e insiste en encontrar el camino. Te aseguro que la estrella que deseas alcanzar finalmente la tendrás.
Miguel Angel Cornejo
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