domingo, marzo 8

Identidad de la mujer: su psicología



Hola Gente!!! En especial a las mujeres!!! Les dejo este articulo para que se conozcan mas y a los hombres para que nos conozcan mas… jejej… así después no tiene excusas…

Les deseo lo mejor mujeres y por rebote a ustedes hombres, si todos, en lo que nos respecta, mejoramos, todos salimos ganando… la cosa es conocernos mejor, los lados malos para cambiarlos y los lados buenos para aumentarlos, y no solo en nosotros mismos sino decirles a los demás lo bueno que cada uno tiene para que se fijen en ellos mas que en los malos y los hagan crecer mas y mas hasta que los malos queden ahogados entre los buenos…

Dice la Biblia, “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. Vence lo malo con lo bueno” … muchas veces la lucha es contra nosotros mismo, contra nuestra mente, contra nuestra manera de pensar de nosotros mismo… venzamos nuestros malos pensamientos con los buenos!!!

Les envío mis cariños

Claudia

Identidad de la mujer: su psicología

Una de las características de la mujer es la capacidad de involucrar todas las esferas de su persona, todas las facultades, todo su ser, en lo que realiza.

No deseamos aquí ofrecer un tratado sobre la psicología de la mujer, tema del que se ha escrito tanto últimamente. Y, aunque tenga su interés el resolver el enigma de «la diferencia» (¿qué es la feminidad?), tampoco es el fin de este trabajo. Pero sí haremos algunas observaciones sobre rasgos de la mujer que la determinan en su feminidad, sobre todo para descubrir con más claridad la diferencia con el varón.

Judith M. Bardwick señala en su libro Psicología de la mujer:

“¿Qué es lo masculino? Lo «masculino» equivale a objetivo, analítico, activo, inclinado al pensamiento, racional, indómito, entrometido, obstaculizador, independiente, autosuficiente, controlado emocionalmente y seguro de sí mismo. Su mente discrimina, analiza, separa y perfecciona.

Lo «femenino» corresponde a subjetivo, intuitivo, pasivo, ternura, sensibilidad, es impresionable, dócil, receptivo, empático, dependiente, emocional y conservador. Su mente capta relaciones, posee una percepción intuitiva de los sentimientos, tiene tendencia a unir más que a separar.”

La mujer involucra toda su persona en lo que realiza

Una de las características de la mujer que notamos, por tanto, es la capacidad de involucrar todas las esferas de su persona, todas las facultades, todo su ser, en lo que realiza. Su tendencia se dirige a unir, aglutinar, concentrar. Mientras que el hombre tiende a dividir, separar, aislar. Poniendo un ejemplo de la vida cotidiana: Si se trata de ordenar un cuarto, y la mujer se encuentra en un momento bueno: entra con mucho ánimo, le parece que aquello no está tan desordenado, ve que podrá acabar rápidamente, va acomodando las cosas mientras recuerda algún acontecimiento positivo de días anteriores, encuentra una foto y se detiene a mirarla evocando aquel día feliz, descubre algún pequeño objeto y piensa en seguida que lo podrá regalar a una persona conocida. Si se encuentra en un momento malo, se impacienta, protesta, se queja, le parece que no va a terminar nunca, va echando la culpa a su marido de ser tan desordenado, guarda las cosas mal, decide tirar algo a la basura por considerarlo un estorbo...

Son frecuentes las discusiones matrimoniales en las que la mujer mezcla las cosas y luego se queja de que el marido no la entiende. Él podrá decirle: “pero ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?” Sin embargo, este rasgo tiene de positivo el que, cuando la mujer se entrega a una tarea, no se entrega a la tarea en sí sino que se entrega a la persona por quien ella lo hace, aquella persona que se complacerá por la tarea bien hecha. Puede tratarse de su marido, de sus hijos, de su jefe de trabajo, de sus subordinados, de Dios. Se entrega a las tareas con su mente y su corazón.

Esto permite que, en el gestar, dar a luz y criar a un hijo, ella desempeñe todas las tareas prácticas que esto implica volcando en ello toda su humanidad. De manera que el niño, a través de las acciones de su madre, está recibiendo mensajes de amor, protección, cuidado, que le dan seguridad y le constituyen como persona. Así lo perciben los hijos cuando crecen. Si mamá está en casa, aunque esté sentada trabajando o cocinando, el hijo percibe que ella está para él. Y la madre, hace su tarea dándose a su hijo casi de forma inconsciente. Así mismo, la mujer puede transmitir un mensaje muy negativo sin que lo comunique externamente. Por ejemplo, un hijo no deseado o no aceptado, aunque la madre se esfuerce por tratarlo bien, percibirá el rechazo siempre hasta que ella lo acepte de corazón.

El papel de la subjetividad

Unida a esta característica está la subjetividad femenina, que procede del mundo emotivo y afectivo de la mujer. Esto quiere decir que la mujer percibe las cosas desde ella misma.

Subjetiviza porque filtra todo a través de su «sujeto». A veces esto trae consigo el que la mujer pierda la «objetividad» por involucrar su «yo» afectivo-emotivo en la valoración de la realidad. Por eso exagera, es susceptible, personaliza las reacciones y actuaciones de los demás. Pero, por otro lado, esta subjetividad tiene la cualidad de no quedarse en la esfera material y externa de la vida sino darle más bien un significado personal y humano.

Ella ha sido destinada a introducir en la vida a sus hijos, debe «humanizarlos». Su subjetividad le hará, por ejemplo, ir al supermercado llevando al niño y, en lugar de realizar tan sólo el acto material de llenar un carrito y pagar, entablará toda una conversación con el niño que llegará a humanizar esa circunstancia: los comentarios sobre las personas con las que se encuentran, las preguntas del niño sobre lo que es bueno o malo, el «destino» que llevará todo aquello que se compra, seguramente determinadas cosas para ocasiones especiales, para dar gusto a uno u otro.

Su subjetividad le hará especialmente capaz de interpretar los actos externos de quienes le rodean, sea marido, hijos, personas con quien trabaja. Si se encuentra en una actitud de donación, será capaz de darles un significado humano. Esto le llevará a actuar ante estas personas como quien las aprecia, las ama, les da seguridad, las motiva o les advierte, reprende, critica, corrige.

Es la esfera de la maternidad la que le lleva a observar los comportamientos para configurarlos como verdaderamente humanos. Esto la mujer está llamada a trasladarlo más allá de su esfera familiar, como aquella que puede humanizar el mundo de la política y el trabajo.

La capacidad de captar los valores personales

La mujer tiene una capacidad especial para captar los valores personales. De ahí su especial susceptibilidad al sentirse tratada como «algo» en lugar de como «alguien». La mujer pone en primer término las personas, luego las cosas. El varón pone en primer lugar las cosas, luego las personas. Al varón, en la casa, le interesa que «las cosas funcionen», que todos coman bien, que no se seque el jardín, que no le falte aceite al coche, que las camisas estén planchadas. Y si aquella casa funciona muy bien, entonces él está satisfecho con su mujer.

La mujer tenderá a quitar importancia a las cosas cuando note que algún detalle personal está pasando desapercibido ante el varón. Por ejemplo, ella puede enfadarse porque el marido regañó a uno de los niños por tener su cuarto desordenado y ella sabe que el niño se ha sentido mal durante el día y ha hecho un esfuerzo grande por comer lo que no le gustaba...

La mujer puede «tolerar» cierta imperfección en el plano de las cosas y los resultados, si por no mostrarse intransigente, logra un clima de unión, paz, armonía en las personas. El hombre puede tender a quitar importancia a la persona exigiendo internamente que «se deje de cuentos» para que «las cosas» estén bien. Esta percepción de la persona, lleva a la mujer a ser atenta y delicada en las relaciones sociales.

Incluso en el mundo del trabajo, la mujer se desenvuelve entre personas antes que entre asuntos que resolver. Así le preocupará que el equipo de trabajo se sienta a gusto, percibirá si el lugar donde trabajan es agradable o desagradable, intuirá al vuelo conflictos relacionales entre miembros de la oficina.

La estabilidad afectiva

Con lo dicho, es necesario que la mujer encuentre la estabilidad de su mundo afectivo. El proceso de pensamiento subjetivo, la estima de sí misma, la percepción y alteraciones de su cuerpo, sus reacciones emotivas, todo debe estar orientado por la voluntad, de forma positiva y armónica, de manera que enriquezca la personalidad de la mujer. Si ella se deja llevar por las variaciones tantas veces irracionales de su sensibilidad, vivirá de manera inestable, insegura, egocéntrica, y todo esto causará división interna y desequilibrio emocional impidiendo que la mujer se abra en el «don de sí».

Ella deberá reflexionar, conocerse, tomar conciencia de su sensibilidad y reacciones mientras suceden para llamarlas por su nombre, darles el lugar que les corresponde confrontándolas con la realidad, y de esa manera, encauzarlas para que le ayuden a alcanzar el fin concreto que persigue en ese momento o, por lo menos, no sean obstáculo para la consecución de ese fin.

El sentido de observación

Es propio de la inteligencia de la mujer el sentido de observación y detalle. Lo necesita por su naturaleza de madre. El mundo de un niño pequeño es muy delicado, la madre tiene que percibir todas sus necesidades ya que él no puede comunicárselas. La madre tiene que cuidar de él y captar no sólo las reacciones del niño sino la atmósfera material y humana que le rodea, lo que puede ser un peligro o un daño para él. Su proceso de atención la lleva, por tanto a responder de manera especial a estímulos visuales que le permiten relacionar cosas y preocuparse por el orden y la armonía de lo que la rodea. Capta el todo en su dimensión completa. Integra ambiente, personas, espacios externos, tiempos, acciones. De ahí viene que la mujer, sin perder la atención sobre lo que realice, esté en una reunión de trabajo o en una conversación con amigos, percibirá enseguida si hace falta más luz, si hay que abrir una ventana, si tal persona necesita un cenicero...

La capacidad de comunicación


La mujer tiene gran capacidad de comunicación. Es característica la necesidad que manifiesta de hablar y hablar. Esto produce no poco contraste con los varones, menos expresivos, especialmente en la vida matrimonial. Sin embargo, esta capacidad de la mujer de entablar relaciones de empatía con los demás constituye una riqueza que el varón puede aprovechar muy bien, en concreto en el campo profesional de cara a las relaciones públicas.

Su solicitud por el otro

Es sobre todo la dimensión materna de la mujer la que la dota de una solicitud natural por «el otro» y una tendencia permanente a la «compasión». Una madre, al «recibir» a su hijo desde dentro de ella misma, entabla un diálogo humano con otro «yo» que necesita de ella para vivir. Sólo ella puede experimentar hasta qué grado el ser humano es desvalido y cómo ella puede darle todo lo que necesita para vivir.

Su intuición y la relación íntima que se entabla entre la madre y el hijo, la lleva a comprender no sólo a su propio hijo sino a todas las personas. Todos los «demás» han tenido y tienen las mismas necesidades que su hijo, sólo que la inserción en la vida social y la «madurez» las «disimula». Pero hasta el más «grande» de los hombres siente las carencias y necesidades físicas, afectivas, psicológicas que ella ha podido conocer muy bien.

En el caso del varón, volcado hacia la «conquista de la naturaleza» y a la carrera competitiva, la mujer percibe cómo ese vivir de las cosas no suprime sus necesidades «humanas» aunque el varón se cuide mucho de manifestarlas por su natural autosuficiencia. Así que la mujer es la que sabe la manera de llegar a convertirse en «madre» del varón sin que él lo perciba demasiado, aunque reciba su influjo y experimente la satisfacción de sus necesidades. Es sobre todo la mujer la que es capaz de «compadecerse» y sentir como sufridos por ella misma los «dolores» de los demás. Llámense «stress», inquietud, soledad, enfermedad, ruptura, fracaso.

Ella tiene en sí el lenguaje de cercanía, ternura, sensibilidad, comprensión para aliviar estos dolores. Por eso la feminidad es una gran aportación al mundo social, político y laboral, y, en ese sentido, el Papa Juan Pablo II expresa cómo Dios encomienda el hombre a la mujer.

La clave de la autoestima

Sin embargo, no hay que olvidar que el sentido de autoestima, en el campo de la afectividad femenina y de su psicología, reside en la experiencia de sentirse y saberse amada y experimentar su capacidad de amar. El varón tiene el centro de su autoestima en la consecución de éxitos profesionales. Por eso él tiende a «salir» para encontrarse a sí mismo, para realizarse. Sus éxitos y sus logros serán la manera de expresar el amor diciendo a los suyos: “he hecho esto para vosotros. He conseguido esto para vuestro bien.” Pero en el caso de la mujer, ella necesita entrar dentro de sí, descubrir en su interior el amor que otro ha puesto sobre ella, saberse amada, eso se convierte en ella en una fuente de seguridad que la proyecta hacia afuera buscando devolver amor. Lo realiza de la manera más plena en su maternidad, ya que el hijo es el fruto del amor recibido en ella y la manera de devolverlo.

Ella adquiere seguridad descubriendo el bien y el amor que puede ofrecer a los suyos y, desde ahí, a las demás personas. Si al entrar dentro de sí, se descubre sola, despreciada, utilizada, humillada, olvidada, eso produce una profunda inseguridad e insatisfacción que le llevará a encerrarse dentro de sí en una existencia frustrada y egocéntrica o a salir en busca de la evasión, sea negando su problema, refugiándose en los placeres materiales o huyendo al mundo profesional en busca de «otra» identidad. Por el contrario, si su dimensión afectiva es estable y plena, entonces ella descubrirá en la esfera profesional, otro campo donde ella puede irradiar su riqueza de mujer y su donación personal.

Así, para que la mujer acceda y penetre el mundo profesional, no sólo no es necesario que abandone sus roles familiares sino que es absolutamente necesario que ella los viva y los integre como la mayor riqueza de su feminidad, desde la cual encontrará toda la seguridad, creatividad, fortaleza y proyección para ejercer una labor transformadora de la sociedad.

Gloria Conde, del libro Mujer Nueva, ed. Trillas

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