miércoles, marzo 12

Resiliencia: el camino hacia la felicidad

Hey!!! Buen miércoles!!! Encontré este articulo que esta muy bueno, especialmente para los papas y en consecuencia para ustedes chicos también, no todo lo malo es malo cuando de ello se aprende.
También les invito a entrar a mis blogs, las direcciones están debajo de mi firma, al final de mail, dejen sus comentarios, escriban que tipo de artículos les gusta mas, etc, ese espacio es de ustedes.
Les dejo mis saludos, “preocúpate menos y ocúpate mas”, como dice el articulo “sean creativos”, y si les lleva tiempo encontrar la solución digan como Edison "No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de como no hacer una bombilla."


Si nos enfrentaran a la hipotética pregunta de si nos gustaría vivir en un mundo sin problemas ni contratiempos, sin disgustos ni tristezas, es posible que todos estuviésemos tentados a responder afirmativamente.
Pero tras un análisis más detenido nos daríamos cuenta de lo difícil que sería acostumbrarnos a esa “calma chicha”. Los seres humanos vivimos en un mundo caracterizado por los contrastes. Sin el mal no habría bien; sin la tempestad, la calma perdería todo su sentido. Necesitamos los contrastes para ser conscientes de la medida real de los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor (y dentro de nosotros mismos). Una vida en la que nunca ocurre nada acabaría por destrozar nuestra psique, por descompensar nuestro “equilibrio”.
Cada vez hay más padres que, en un intento de liberar a sus hijos de los males de este mundo tratan de evitarles todo contratiempo. Se pliegan a todas sus peticiones con la razón última de no contrariarles en nada para que no se sientan frustrados. Estos padres piensan que si evitan todas las situaciones que puedan suponer un problema para sus hijos, éstos llegaran a adultos sin haber conocido la pena ni la tristeza.
Es una teoría con escasa base científica, pero con más adeptos cada día. Imaginemos por un momento que esos padres consiguen evitar a sus hijos cualquier disgusto en su primera infancia, mientras se encuentran bajo el manto protector del hogar. ¿Pero qué ocurre cuando salen al mundo real, cuando llegan a la guardería o al colegio?
Lejos de la influencia de sus padres, estos niños son incapaces de encajar un no como respuesta a sus deseos, de esperar un turno para ser atendido o de adaptarse a los horarios de las distintas actividades escolares. Y lo que es peor, no saben cómo tienen que enfrentarse a esas situaciones.
Las personas desde que nacemos necesitamos enfrentarnos a pequeños contratiempos, adecuados a nuestro estadio del desarrollo evolutivo. Si se nos priva de estas experiencias se nos impide aprender a ser felices. Aunque suene a contradicción.
¿Qué es la resiliencia?
Todas las investigaciones apuntan a que las personas que se consideran más felices no son las que dicen tener menos problemas, como sería de esperar. Los más felices son aquellos que saben hacer frente a los problemas y han aprendido cómo superarlos. A esta capacidad se le ha denominado en Psicología resiliencia . Término tomado de la física donde la resiliencia es la cantidad de energía que puede absorber un material, antes de que comience la deformación plástica (es.wikipedia.org).
En Psicología esta capacidad nos indicaría el grado en que una persona está preparada para resistir ante los contratiempos, para tolerar las situaciones en las que se ve sometida a presión (tanto externa como interna). Nos indicaría la habilidad para enfrentarse a los problemas y salir fortalecido de ellos.
Se trata de una habilidad con la que nacemos todos los seres humanos, pero que se modifica según haya sido nuestra experiencia con el paso de los años. Es decir, que se puede entrenar, ya sea para mejorarla o para eliminarla de nuestro repertorio de conductas naturales.
Pensemos en un bebé que quiere agarrar el juguete que cuelga de su cuna. Si se frustrara al primer intento jamás llegaría a coordinar sus movimientos ojo-mano. Y cuando le llegase la hora de aprender a caminar, se quedaría sentado para siempre después de la primera caída. No volvería a intentarlo porque no le salió bien las doscientas primeras veces que lo intentó.
Con el paso de los años, la educación que recibimos de las personas que tenemos más cercanas hará que nuestra resiliencia aumente o llegue casi a desaparecer, haciendo de nosotros personas incapaces de enfrentarnos a las dificultades de la vida.
¿Cómo potenciar la resiliencia?
Hemos dejado claro que se trata de una habilidad que puede ser entrenada para mejorarla. Por tanto, las muchas dificultades que nos plantea la vida no pueden servir como excusa para justificar nuestro derrotismo.
Si deseamos aumentar nuestra resiliencia:
• Trabajemos en mejorar nuestra autoestima. Aprendamos a querernos y a encontrar esas capacidades que nos hacen especiales y diferentes al resto del mundo. Tratémonos, al menos, con el mismo respeto con el que tratamos a los demás.
• Permitámonos un tiempo para nuestro disfrute y para dedicarlo a nuestras aficiones.
• Encaremos las dificultades con flexibilidad y buscando soluciones creativas, tratando de encontrar diferentes respuestas posibles a cada situación a la que nos enfrentemos.
• Seamos proactivos anticipándonos a los problemas. No esperemos a que las situaciones nos superen, como suele decirse “agarremos el toro por los cuernos”. Debemos reflexionar antes de actuar.
• Perdamos el miedo a pedir ayuda. Una muestra de grandeza personal es saber pedir ayuda cuando la necesitamos.
• Y por supuesto, tratemos de buscar siempre el lado amable de las cosas. Si al final no nos queda otra que sufrir un revés de la vida, no nos quedemos sólo en lo mucho que sufrimos y padecemos, vayamos más allá tratando de aprender todo lo posible de esa situación. Busquemos siempre algo positivo, aunque sólo sea que “de esto también se sale”.


Tess-on, Psicología y Formación S.L.

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