viernes, junio 5

Cómo Suprimir las Preocupaciones y Disfrutar de la Vida

Hola gente!!! Como están todos?? Espero se encuentren mas que bien, por mi parte volví a mi país y con mis hijas… estoy re contenta, con todas las expectativas de cómo encarar o lo que va a suceder acá en cuanto a trabajo… sabemos como esta todo pero también creo que Dios es dios de los imposibles.
El ultimo tiempo en Alemania estaba preocupada por la falta de dinero para volver y como iba a hacer con el equipaje y con el vehiculo que me llevara de Ezeiza a la plata… parece una tornera pero nadie podía irme a buscar y con el dinero no llegaba… les cuento a ultimo momento un amigazo me fue a buscar y cuando le quise pagar me dijo que no que no hacia falta… todo mi preocupación fue en vano Dios ya tenia todo preparado con, en este caso, persona agradecida por todos los mails y palabras de aliento que ha recibido desde a través mío. Siempre hay personas agradecidas que nos dan una mano y que mano me dio ami en ese momento!!! Gracias Danny!!!!
También estuve preocupada como la gente se mete a romper lazos familiares, en especial entre mis hijas y yo, y cuando llegue acá, a casa mis hijas me han apoyado y han contestado a esa agresión de una manera muy adulta de la cual estoy mas que orgullosa… y también me preocupe en vano… así que busque en un libro que estoy leyendo esta parte para enviarles… que les sirva como me sirvió a mi…
Mis cariños desde casa para todos ustedes!!!
Claudia

Datos Fundamentales que debe saber Acerca de la Preocupación

Viva en "Compartimientos Estancos”

En la primavera de 1871 un joven tomó un libro y leyó veintidós palabras que
tuvieron un profundo efecto en su futuro…

Su nombre es Sir William Osler. Aquí están las veintidós palabras que leyó en
la primavera de 1871, las veintidós palabras de Thomas Carlyle que le ayudaron a
vivir libre de preocupaciones: "Lo principal para nosotros es no ver lo que se halla vagamente a lo lejos, sino lo que está claramente a mano".

Cuarenta y dos años después Sir William Osler habló a los estudiantes de la
Universidad de Yale declaró que su cerebro no era especial que esto era
inexacto. Dijo que sus más íntimos amigos sabían que su cerebro era "de la
naturaleza más mediocre".

¿Cuál era, entonces, el secreto de su triunfo? Manifestó que éste era debido a
lo que llamó vivir en "compartimientos estancos". ¿Qué quería decir con esto?
Pocos meses antes de hablar en Yale, Sir William Osler había cruzado el Atlántico
en un gran paquebote donde el capitán, de pie en el puente, podía apretar un
botón y, ¡zas!, se producía un estrépito de maquinaria y varias partes del barco
quedaban aisladas entre ellas, aisladas en compartimientos estancos. Y el Dr.
Osler dijo a los estudiantes: "Ahora bien, cada uno de vosotros es una
organización mucho más maravillosa que el gran paquebote, y efectúa un viaje
más largo. Lo que os pido es que aprendáis a manejar la maquinaria que os permita vivir en compartimientos estancos al día, como el mejor modo de
garantizar la seguridad del viaje. Subid al puente y comprobad si por lo menos los
grandes mamparos funcionan bien. Apretad el botón y escuchad, en todos los
niveles de vuestra vida, las puertas de hierro que cierran el Pasado, los ayeres
muertos. Apretad otro botón y cerrad, con una cortina metálica, el Futuro, los
mañanas que no han nacido. Así quedaréis seguros, seguros por hoy... ¡Cerrad el
pasado! Dejad que el pasado entierre a sus muertos. Cerrad los ayeres que han
apresurado la marcha de los necios hacia un triste fin... Llevar hoy la carga de
mañana unida a la de ayer hace vacilar al más vigoroso. Cerremos el futuro tan
apretadamente como el pasado... El futuro es hoy... No hay mañana. El día de la
salvación del hombre es aquí, ahora. El despilfarro de energías, la angustia mental
y los desarreglos nerviosos estorban los pasos del hombre que siente ansiedad
por el futuro... Cerrad, pues, apretadamente, los mamparos a proa y a popa y
disponeos a cultivar el hábito de una vida en compartimientos estancos al día".

¿Quiso decir acaso el Dr. Osler que no debemos hacer esfuerzo alguno para
preparar el futuro? No. En absoluto. Pero continuó diciendo en ese discurso que el
mejor modo de prepararse para el mañana es concentrarse, con toda la
inteligencia, todo el entusiasmo, es hacer soberbiamente hoy el trabajo de hoy. Es
éste el único modo en que uno puede prepararse para el futuro.

Sir William Osler invitó a los estudiantes de Yale a comenzar el día con la
oración de Cristo: "Danos hoy el pan nuestro de cada día".

Recordemos que esta oración pide el pan solamente para hoy. No se queja del
pan rancio que comimos ayer y no dice tampoco: " ¡Oh, Dios mío! Ha llovido muy
poco últimamente en la zona triguera y podemos tener otra sequía. Si es así,
¿cómo podré obtener mi pan el próximo otoño? O supongamos que pierdo mi
empleo... ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo podré conseguir entonces mi pan cotidiano?"
No, esta oración nos enseña a pedir solamente el pan de hoy. El pan de hoy
es el único pan que se puede comer.

Hace años un filósofo sin un centavo deambulaba por un país pedregoso
donde las gentes se ganaban la vida de modo muy duro. Un día se congregó una
multitud a su alrededor en una altura. Y el filósofo pronunció lo que constituye
probablemente el discurso más citado de todos los tiempos: "No os cuidéis, pues,
del mañana, porque el mañana cuidará de sus propias cosas. Cada día trae su
afán".

Muchos han rechazado estas palabras de Jesús: "No os cuidéis del mañana".
Han rechazado estas palabras como un consejo de perfección, como cosa de
misticismo oriental. Y dicen: "Tengo que cuidarme del mañana.

Tengo que asegurarme para proteger a mi familia. Tengo que ahorrar dinero
para mi vejez. Tengo que establecer planes y prepararme para salir adelante".
¡Claro que sí! Ello es indudable. Lo que pasa es que esas palabras de Jesús,
traducidas hace más de trescientos años, no significan hoy lo que significaban
durante el reinado del Rey Jacobo. Hace trescientos años la palabra cuidado
significaba frecuentemente ansiedad. Las versiones modernas de la Biblia citan a
Jesús con más exactitud al decir: "No tengáis ansiedad por el mañana".
Hay que cuidar del mañana por todos los medios, meditando, proyectando y
preparándose. Pero sin ansiedades.

Durante la guerra, nuestros jefes militares proyectaban para el mañana, pero
no podían permitirse el dejarse ganar por la ansiedad. El almirante Emest J. King,
que mandó la Marina de los Estados Unidos, dijo: "He proporcionado los mejores
hombres con los mejores equipos y les he señalado la misión que parece más
acertada. Es todo, lo que puedo hacer". Y continuó: "Si hunden a uno de nuestros
barcos, no puedo ponerlo a flote. Si está destinado a hundirse, no puedo evitarlo.

Vale mucho más que dedique mi tiempo a los problemas de mañana que a
enojarme con los de ayer. Además, si dejo que estas cosas se apoderen de mí, no
duraré mucho tiempo".

En paz o en guerra, la principal diferencia entre el modo de pensar bueno y el
malo radica en esto: el buen pensar examina las causas y los efectos y lleva a
proyectos lógicos y constructivos; el mal pensar conduce frecuentemente a la
tensión y a la depresión nerviosa.

Tuve el privilegio de visitar a Arthur Hays Sulzberger (1935-1961), editor de
uno de los más famosos diarios del mundo, The New York Times. Sulzberger me
dijo que, cuando la segunda guerra mundial envolvió a toda Europa, quedó tan
aturdido, tan preocupado por el futuro, que apenas podía dormir. Se levantaba
muchas veces a media noche, tomaba unas telas y unas pinturas, se miraba a un
espejo e intentaba retratarse. No sabía nada de pintura, pero pintaba de todos
modos, a fin de borrar de su espíritu las preocupaciones. Sulzberger también me
dijo que nunca fue capaz de conseguir esto y encontrar la paz hasta que adoptó
un lema de cinco palabras de un himno religioso:

Un paso me es bastante.

Conduce, amable Luz...
Mi guia tú serás, que lo distante
no quiero ver; un paso me es bastante.

Hacia aquella misma época, un joven de uniforme - en algún punto de Europa
- estaba aprendiendo la misma lección. Se llamaba Ted Bengermino y era de
Baltimore, Maryland. Estaba muy preocupado y cayendo en un caso agudo de
agotamiento de combatiente.

Ted Bengermino escribe: "En abril de 1945 mis preocupaciones habían
provocado lo que los médicos llaman un 'colon transverso espasmódico'. Es un
estado que causa un intenso sufrimiento. Si la guerra no hubiese acabado cuando
acabó, tengo la seguridad de que mi derrumbamiento físico hubiera sido completo.

"Mi agotamiento era total. Era suboficial a cargo del registro de sepulturas de
la 94a. División de Infantería. Mi función consistía en ayudar a organizar y
conservar los registros de los muertos, los desaparecidos y los hospitalizados.

…………………………………………………………………………………………….

Estaba tan preocupado y agotado que perdí más de quince kilos. Era un
verdadero frenesí y me sentía fuera de quicio. Me miraba a las manos, que
apenas eran más que pellejo y huesos. Estaba aterrado ante la idea de volver a
casa convertido físicamente en una ruina. Me sentía deprimido y lloraba como un
chiquillo. Estaba tan trastornado que las lágrimas me brotaban en cuanto me veía
a solas. Hubo un período poco después de iniciada la Batalla de la Saliente en que
lloraba con tanta frecuencia que casi abandoné la esperanza de volver a
considerarme un ser humano normal.

'Terminé en un dispensario del Ejército. Un médico militar me dio consejos que
cambiaron mi vida por completo. Después de hacerme un examen físico detenido me dijo que mi enfermedad era mental. Me dijo esto: Ted, quiero que se diga usted que su vida es como un reloj de arena. Usted sabe que hay miles de granos de arena en lo alto de tales artefactos y que estos granos pasan lentamente por el estrecho cuello del medio. Ni usted ni yo podríamos hacer que los granos pasaran más de prisa sin estropear el reloj. Usted, yo y cualquier otro somos como relojes de arena. Cuando empezamos la jomada, hay ante nosotros cientos de cosas que sabemos que tenemos que hacer durante el día, pero, si no las tomamos una a una y hacemos que pasen por el día lentamente y a su debido ritmo, como pasan los granos por el estrecho cuello del reloj de arena, estamos destinados a destruir nuestra estructura física o mental, sin escapatoria posible'.

"He practicado esta filosofía en todo instante desde que un médico militar me
la proporcionó. 'Un grano de arena cada vez... Una tarea cada vez.' Este consejo
me salvó física y mentalmente durante la guerra y también me ha ayudado en mi
situación presente en la profesión
…………………………………………………………………………………………….…

Uno de los comentarios más aterradores sobre nuestro actual modo de vida es
recordar que la mitad de las camas de nuestros hospitales están ocupadas por
pacientes con enfermedades nerviosas y mentales, por pacientes que se han
derrumbado bajo la abrumadora carga de los acumulados ayeres y los temidos
mañanas. Sin embargo, una gran mayoría de estas personas estarían paseándose
hoy por las calles, llevando vidas felices y útiles, con sólo haber escuchado las
palabras de Jesús: "No tengáis ansiedad por el mañana"; o las palabras de Sir
William Osler: "Vivid en compartimientos estancos".

Usted y yo estamos en este instante en el lugar en que se encuentran dos
eternidades: el vasto pasado que ya no volverá y el futuro que avanza hacia la
última sílaba del tiempo. No nos es posible vivir en ninguna de estas dos
eternidades, ni siquiera durante una fracción de segundo. Pero, por intentar
hacerlo, podemos quebrantar nuestros cuerpos y nuestros espíritus. Por tanto,
contentémonos con vivir el único tiempo que nos está permitido vivir: desde ahora
hasta la hora de acostarnos. "Todo el mundo puede soportar su carga, por pesada
que sea, hasta la noche. Todo el mundo puede realizar su trabajo, por duro que
sea, durante un día. Todos pueden vivir suavemente, pacientemente, de modo
amable y puro, hasta que el sol se ponga. Y esto es todo lo que la vida realmente
significa". Así escribió Robert Louis Stevenson.

Sí, esto es todo lo que la vida exige de nosotros, pero la señora E. K. Shield,
de Saginaw, Michigan, fue llevada a la desesperación - y hasta el borde del
suicidio - antes de que aprendiera a vivir sólo hasta la hora de acostarse. La
señora Shield me contó su historia y habló de este modo: "En 1937 perdí a mi
marido. Estaba muy deprimida y casi sin un centavo. Escribí a mi anterior patrón
…………… y conseguí que me devolvieran mi antiguo empleo. Anteriormente me había ganado la vida vendiendo libros escolares a las juntas de enseñanza urbanas y rurales. Había vendido mi coche dos años antes, cuando mi marido cayó enfermo, pero me las arreglé y arañé el suficiente dinero para pagar la cuota de un coche de segunda mano, lo que me permitió vender libros de nuevo.

"Pensé que volver a las carreteras me ayudaría a vencer mi depresión, pero
conducir y comer a solas resultó, superior a mis fuerzas. Parte de mi territorio no
producía mucho y tenía dificultades para pagar las cuotas del coche, aunque eran
muy pequeñas.

"En la primavera de 1938 estaba trabajando por el contorno de Versailles,
Missouri. Las escuelas eran pobres y los caminos malos; estaba tan solitaria y
desalentada que llegué a pensar en el suicidio. Me parecía que el triunfo era
imposible. Mi vida no tenía finalidad. Me asustaba el despertarme cada mañana
para enfrentar la existencia. Tenía miedo de todo: de no poder pagar las cuotas
del coche, de retrasarme en los alquileres de mi habitación, de no tener lo
suficiente para comer. Temía que mi salud se quebrantara y que careciera de
dinero para llamar al médico. Lo que me impedía suicidarme era pensar en la
pena que causaría a mi hermana y en que no habría dinero para pagar mi entierro.

"Pero un día leí un artículo que me sacó de mi desaliento y me dio el valor de
vivir. Nunca dejaré de agradecer a una inspirada frase de este artículo. Decía:
'Cada día es una nueva vida para el hombre sabio'. Copié esta frase y la coloqué
en el parabrisas de mi automóvil; allí podía verla mientras conducía. Encontré que
no resultaba tan duro vivir un solo día cada vez. Aprendí a olvidar los ayeres y a no pensar en los mañanas. Cada mañana, me decía: Hoy es una nueva vida.

"Había conseguido vencer mi miedo a la soledad, mi miedo a la pobreza.

Ahora soy feliz y prospero bastante; poseo entusiasmo y tengo amor a la vida.
Ahora sé que no debo nunca tener miedo, con independencia de lo que la vida me
pueda reservar. Ahora sé que no debo temer al futuro. Ahora sé que debo vivir un
día cada vez y que cada día es una nueva vida para el hombre sabio."

¿De quién se creerá que son los versos que siguen?

Feliz es sólo el hombre bien templado
que de hoy se hace dueño indiscutido,
que al mañana increparle puede osado:
"extrema tu rigor, que hoy he vivido".

Estas palabras parecen modernas, ¿no es así? Sin embargo, fueron escritas
treinta años antes de que naciera Cristo por el poeta romano Horacio.

Una de las cosas más trágicas acerca de la naturaleza humana que yo
conozca es la tendencia de todos nosotros a escapar de la vida. Todos soñamos
con un mágico jardín de rosas que vemos en el horizonte, en lugar de disfrutar de las rosas que florecen al pie de nuestras ventanas.

Cabe preguntarse: ¿Por qué somos tan necios, tan trágicamente necios?
Stephen Leacock escribió: " ¡Qué extraña es nuestra breve procesión por la
vida! El niño dice: Cuando sea un chico grande. Pero ¿qué es eso? El chico
grande dice: Cuando sea mayor. Y el mayor dice: Cuando me case. Pero ¿qué es
ser casado, en fin de cuentas? El pensamiento cambia a: Cuando pueda retirarme.
Y después, cuando llega el retiro, se vuelve la vista hacia el paisaje atravesado;
parece correr por él un viento frío. Hay algo que no se ha logrado y que
desaparece. La vida, según lo aprendamos demasiado tarde, está en vivir, en el
tejido de cada día y cada hora".

El extinto Edward S. Evans, de Detroit, casi se mató con sus preocupaciones
antes de comprender que la vida está "en vivir, en el tejido de cada día y cada
hora". Criado en la pobreza, Edward Evans ganó su primer dinero vendiendo
periódicos y después trabajó como empleado de un tendero. Más adelante, con
siete bocas que alimentar, consiguió un empleo de ayudante de bibliotecario. La
paga era ínfima, pero tenía miedo de abandonar la colocación. Pasaron ocho años
antes de que se decidiera a proceder por su cuenta. Pero, una vez decidido,
organizó con una inversión original de cincuenta y cinco dólares tomados a
préstamo un negocio que le procuraba veinte mil dólares anuales. Después vino
una helada, una helada terrible. Avaló un fuerte pagaré de un amigo y el negocio
de éste quebró. Tras este desastre vino otro: el Banco donde tenía todo su dinero
se hundió. No solamente perdió Evans cuanto tenía, sino que quedó con una
deuda de dieciséis mil dólares. Sus nervios no podían resistir. Y me contó: "No
podía ni dormir ni comer. Era una enfermedad extraña. Las preocupaciones y
nada más que las preocupaciones provocaron esta enfermedad. Un día, cuando
iba calle abajo, me desmayé y caí en la acera. Ya no podía caminar. Me metieron
en la cama y mi cuerpo se llenó de diviesos. Estos diviesos avanzaban hacia
dentro, y permanecer en la cama se convirtió en una agonía. Cada día estaba mas
débil. Finalmente el médico me dijo que sólo tenía dos semanas más de vida.

Quedé aterrado. Concentré toda mi voluntad y, tendido en el lecho, esperé mi fin.
No había ya motivo para luchar o preocuparse. Me abandoné con profundo alivio y
me dormí. No había dormido dos horas seguidas desde hacía semanas, pero,
ahora, con mis problemas terrenales tocando a su término, dormí como una
criatura. Mi agotamiento comenzó a desaparecer. Volvió mi apetito. Recuperé
peso.

"Unas cuantas semanas después pude caminar con muletas. Y mes y medio
después pude volver a trabajar. Había estado ganando veinte mil dólares por año; ahora me tenía que contentar con un empleo de treinta dólares semanales. Mi
nuevo empleo consistía en vender tarugos que se colocan detrás de las ruedas de
los automóviles cuando éstos son cargados. Tenía ya aprendida la lección. Se
habían acabado las preocupaciones para mí; ya no me lamentaba de lo sucedido
en el pasado; ya no tenía miedo del futuro. Concentré mi tiempo, mi energía y mi
entusiasmo en la venta de esos tarugos."

Edward S. Evans subió ahora muy de prisa. En pocos años llegó a presidente
de la compañía. Su compañía - la Evans Product Company - lleva ya mucho
tiempo incluida en las cotizaciones de la Bolsa de Nueva York. Si alguna vez van
ustedes por aire a Groenlandia, cabe que aterricen en el aeropuerto de Evans, un
aeropuerto nombrado en su honor. Pero Edward S. Evans no hubiera conseguido
estos triunfos si no hubiese aprendido a vivir en "compartimientos estancos".

Hasta el gran filósofo francés, Montaigne, cometió ese error. "Mi vida - dijo - ha
estado llena de terribles desdichas, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron." Lo
mismo me ha pasado a mí... y a ustedes.

"Pensad - dijo Dante - que este día nunca volverá a amanecer." La vida se
desliza con increíble rapidez. Nos precipitamos a través del espacio a más de
treinta kilómetros por segundo. Hoy es nuestra posesión más valiosa. Es lo único
de que somos realmente dueños.

Tal es la filosofía de Lowell Thomas. Recientemente pasé un fin de semana en
su granja; observé que tenía en un marco que colgaba de la pared en su puesto
de radiotransmisión, en forma que pudiera siempre verlas, las siguientes palabras
del Salmo CXVIII:

Este es el día hecho por el Señor;
regocijémonos y alegrémonos en él.

John Ruskin tenía sobre su mesa una simple piedra en la que estaba grabada
una palabra: HOY. Y si yo no tengo una piedra sobre mi mesa, tengo pegado en
mi espejo un poema que leo todas las mañanas al afeitarme, un poema que Sir
William Osler siempre tenía a la vista, un poema escrito por el famoso dramaturgo
indio Kalidasa:

SALUTACIÓN AL ALBA

¡Mira a este día!
Porque es la vida, la mismísima vida de la vida. En su
breve curso están todas las verdades y realidades de tu existencia:
La bendición del desarrollo,
la gloria de la acción,
el esplendor de las realizaciones... Porque el ayer
es sólo un sueño y el mañana sólo una visión, pero el
hoy bien vivido hace de todo ayer un sueño de felicidad
y de cada mañana una visión de esperanza.
¡Mira bien, pues, a este día! Tal es la
salutación del alba.

Por tanto, la primera cosa que se debe saber acerca de la preocupación es
ésta: si quiere usted que no entre en su vida, haga lo que Sir William Osler hizo:

1. Cierre las puertas de hierro al pasado y al futuro. Viva en compartimientos
estancos al día.
¿Por qué no se formula usted estas preguntas y escribe sus respuestas?

1. ¿Tiendo a huir de la vida presente con el fin de preocuparme por el
futuro o añoro algún "mágico jardín de rosas que veo en el horizonte"?

2. ¿Amargo a veces mi presente lamentándome de cosas que sucedieron
en el pasado, de cosas que terminaron y no tienen remedio?

3. ¿Me levanto por la mañana dispuesto a "tomar el día", a sacar el
máximo provecho de estas veinticuatro horas?

4. ¿Puedo conseguir más cosas de la vida "viviendo en compartimientos
estancos al día"?

5. ¿Cuándo comenzaré a hacer esto? ¿La semana próxima? ¿Mañana?
¿Hoy?


Dale Carnegie „Cómo Suprimir las Preocupaciones y Disfrutar de la Vida“

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